Orcos, goblins, trasgos,
hobgoblins, orcos negros, uruk-hais, grandes trasgos, semi orcos, gretchins,
snotlings… todo un decálogo de razas o subespecies imaginarias que engloban un
conjunto de características comunes y que tienen una notoria aparición en una gran variedad de mundos de fantasía.
Para
referirme a ellos los llamaré “Orcos” o “Razas trasgoides”, únicamente para
darle un nombre al conjunto de especies que varían entre sí únicamente en el
grado de inteligencia, agresividad, tamaño y color de piel, pero no en su
esencia última, que es ser el reflejo oscuro y malvado del ser humano.
Originalmente
“Orco” es la deformación de un término, proveniente del
inglés antiguo, que se refería a numerosos monstruos de la mitología celta. La
existencia de estas criaturas fue inventada para dar explicación a los hechos
de sangre y asaltos que ocurrían en los campos y bosques. En la mitología
romana la palabra Orcus
es sinónimo de inframundo y, en ocasiones, también es el nombre de un gigante
hijo del dios Plutón. J. R. R. Tolkien fue el primero en utilizar la palabra orc
(«orco») para designar un tipo concreto de ser humanoide, de aspecto
desagradable y actitud agresiva. Este tipo de «orco» proveniente de las obras El
hobbit (donde Tolkien usa la palabra goblin, tradicionalmente
traducida en castellano por «trasgo») y El Señor de los Anillos (donde
Tolkien ya usa la palabra orc, traducida en castellano por «orco») es el que ha sido adoptado por las
ambientaciones modernas de fantasía.
Las razas trasgoides se pueden dividir en dos clases
bien diferenciadas: Los grandes, fuertes y extremadamente agresivos y los
pequeños, cobardes, astutos y oportunistas. En el primer grupo encontraríamos
al orco común, al uruk-hai, a los grandes trasgos o a los orcos negros. En el
segundo grupo estarían en cambio los goblins, los trasgos, los hobgoblins o los
snotlings. Dependiendo del mundo de fantasía los nombres de las razas son
intercambiables unas por otras y por descontado no en todos los mundos existe
tal disparidad de tipos de orcos.
A pesar de estas diferencias tanto físicas como mentales todos comparten
claros elementos en común: La coloración de su piel va del verde al negro, los
grandes y fuertes son notablemente superiores físicamente a los hombres o como
mínimo iguales mientras que los pequeños y astutos son inferiores tanto en
tamaño como en fuerza. Todos acostumbran a tener pronunciadas y bestiales
dentaduras. Siempre aparecen en gran número, puesto que su fuerza real radica
en la superioridad numérica. Su organización es jerárquica, siendo el líder más
grande y fuerte el que gobierna. Todos tienden a ser muy limitados mentalmente,
siendo los pequeños los más dados a organizar argucias y trampas, pero sin ser
genios
en ningún caso. Su agresividad y ferocidad son remarcables, siendo los
orcos de las razas “grandes” incansables guerreros que han nacido por y para la
lucha, mientras que las razas pequeñas solo luchan cuando se les obliga o cuando
la fuerza de su número es aplastante, a pesar de esa diferencia las razas
trasgoides viven en general para la guerra y el saqueo.
En El Señor de
los Anillos los orcos son una creación, una burla de la noble raza élfica,
surgidos del barro y el sufrimiento. En la adaptación de Peter Jackson se puede
ver claramente como son creados en serie en una especie de fábrica con grandes
hornos alimentados con la leña talada de un bosque desforestado. Tanto Tolkien
como Jackson identificaron al orco como el reflejo o metáfora del hombre
industrializado: Nacido con un único propósito, la guerra, con toda su
individualidad anulada por la masa, prescindible, pero aun así fuerte por su número. Emulan en
cierta forma la clase
obrera reivindicada por Karl Marx, fuertes en números
pero difíciles de movilizar y organizar,
baza de la que se aprovechan los caciques
y oligarcas en general. En otros mundos de fantasía se afirma con
rotundidad que si la raza orca llegase a estar unida bajo un mismo estandarte
conquistarían todo el mundo/galaxia sin oposición posible, solo su intrínseca
belicosidad evita que eso ocurra, puesto que los orcos invierten el mismo
esfuerzo en guerrear entre sí como con otras razas.
Planteemos un paralelismo práctico: La España actual, con más de 5 millones de parados y
grandes sectores de la sociedad sufriendo los recortes de un gobierno que va
sin rumbo fijo y que no convence a nadie. En los últimos años se han sucedido
cientos de manifestaciones que no han modificado ni un ápice la resolución de
nuestro gobierno de hacer pagar sus platos rotos a la clase media y baja. Estas manifestaciones serían
equiparables a pequeñas o medianas incursiones orcas contra ciudades bien
defendidas por valerosos soldados de Gondor bien equipados. Causan algunas bajas,
pero se les detiene y se les rechaza. Imaginemos ahora un gran Waaaagh! (los
jugones de Warhammer y Warhammer 40000 me entenderán), una gran aglomeración de
orcos, la unión de
cientos de tribus bajo el estandarte de un único líder, o en
otro sentido una única concentración de la mayoría de parados y damnificados
por los recortes o simplemente todo aquel que quiera cambiar drásticamente
todo; pongamos que sean 3 o 4 millones de personas rodeando el Congreso, el
Senado y la Zarzuela.
3 o 4 millones de personas que a un solo tweet, sms o señal cualquiera avancen
inexorablemente con intención de reducir a escombros todos los símbolos de
poder del gobierno que ya no los representa. Eso no sería otro Abismo de Helm…
no. Sería más bien como la masacre de Osgiliath. Habría muchas bajas, mucha violencia. Pero eso
sería mucho más significativo y efectista que todas las concentraciones
pacíficas habidas hasta la fecha. Hasta los valerosos soldados de Gondor con
sus armaduras plateadas huyeron de Osgiliath al ver que no había forma de
detener a los orcos. ¿Cuántos antidisturbios se mantendrían firmes al ver a
cientos de miles de personas furiosas ante sí?
Por ahora he señalado
semejanzas entre el orco y el ser humano, ¿pero qué hay de las sutiles
diferencias? Ambas razas son humanoides, ambas tienen una sociedad organizada e
idiomas propios, ambas son agresivas por naturaleza. Pero fijémonos con más
detalle en un elemento común en toda la raza trasgoide: los dientes. Mandíbulas
prominentes, grandes colmillos porcinos, caninos afilados, sucios y desiguales,
bocas con muecas hoscas y babeantes… en resumen, facciones animales.
Como las bestias, los orcos
también gruñen, rugen y hasta ladran como añadidura a su burdo idioma. Y de la
misma forma que los animales carroñeros, se alimentan de cualquier cosa muerta
(hasta de otros orcos). ¿Qué quiero mostrar con todo esto? Que las razas
trasgoides no solo reflejan los aspectos más repulsivos de la humanidad sino
que también acumular rasgos que consideramos desagradables de los animales.
Por tanto, son por definición y
a muchos niveles la antítesis de todo lo bueno. Tal es su cúmulo de deplorables
atributos que es realmente sorprendente que las razas “buenas” y “civilizadas”
no se
hayan organizado seriamente para erradicarlos a conciencia.
¿Pero cómo extinguirlos?
Tolkien dio como única referencia que nacieron de la tortura y degeneración a
elfos, solo en la versión cinematográfica se aprecia su “fabricación”, mientras
que en el mundo de Warhammer 40000 los orcos se reproducen por esporas, como si
fueran hongos. Surgiendo en grandes cantidades en los lugares oscuros y húmedos
por donde hayan pasado o habitado otros de su especie. ¿Cómo haces desaparecer
una raza que puede ser fabricada por cualquier siervo del mal o que puede
resurgir de los rincones más oscuros y recónditos del mundo? ¿No es justamente
su forma de “nacer” o reproducirse un símbolo de su intrínseca necesidad de
existencia?
Diciéndolo de otra forma, en un
mundo donde existen criaturas de tal belleza y sabiduría como los elfos ¿no es
lógico que sea necesaria su antítesis para poder justificar el poder y beldad
de la raza élfica?
Desde este punto de vista la humanidad puede
situarse cómodamente en el punto de equilibrio de la balanza moral, siendo
capaz de realizar acciones tan bondadosas como cualquier elfo o tan atroces
como un orco.
Siguiendo esta línea de
pensamiento podría insistir en un tema recurrente para mí y para mis
filosóficos artículos: Eros y Thanatos, pulsión de Vida y Muerte. Esos dos
instintos primarios que conviven en lo más profundo de nuestro subconsciente y
que secretamente dirigen nuestra vida. Si el Eros se relaciona con la vida, el
sexo y todo aquello vitalista no podemos más personificarlo en la figura de la
raza élfica, raza que además en algunos mundos de fantasía se la critica por
haber caído en los brazos del hedonismo y los excesos carnales. Por lo que, por
extensión, quién mejor que las razas trasgoides para personificar a Thanatos,
que se relaciona con la muerte, la violencia el odio…
Una última reflexión ¿Qué sería
un mundo de fantasía sin la amenaza orca? ¿Dónde estaría la gracia de visitar
Faerun, Azeroth, el cuadragésimo primer milenio o la Tierra Media? El orco debe
existir porque la fantasía épica sin grandes peligros solo sería un bonito y
aburrido paisaje.