Tal y como anuncié en mi último post os voy a narrar el que
hasta la fecha es el mejor viaje de mi vida.
En abril me casé, por lo que tal y como manda la
tradición queríamos hacer un viaje que recordáramos toda la vida. ¿Francia?
¿Italia? ¿República Dominicana? ¿EEUU? ¿Egipto? Todos nos parecían destinos
típicos y tópicos para hacer un viaje de bodas. No somos de la clase de gente a
la que le gusta apalancarse en la playa dos semanas o patear interminables y
agrestes parajes naturales, por lo que ningún destino clásico nos llamaba la
atención. Hasta que caímos en la cuenta de que sólo podía existir un lugar
donde disfrutar al máximo de nuestro recién estrenado matrimonio: Japón.
DIA 1: Narita-Tokyo, Tokyo-Hiroshima
10461 Km… Dos horas hasta llegar a Roma, tres
horas en la ciudad eterna esperando la salida de nuestro avión, 13 horas más
hasta llegar a Narita, una hora de tren hasta Tokyo y finalmente 6 horas de
propina extra para llegar a Hiroshima. Una odisea interminable de la que no
pude evadirme en ningún momento durmiendo puesto que los asientos del avión
eran terriblemente incómodos y una vez en tierras niponas la emoción, los
nervios y la ilusión se impusieron al cansancio.

Tras casi enloquecer en la estación de trenes de Tokyo al comprobar que los carteles con los horarios de las salidas estaban en 4 idiomas diferentes (japonés, chino, coreano y, por suerte, en inglés) decidimos comer en el mismo tren camino de Hiroshima, nos compramos un par de bentos (adjunto imagen) más por lo pintoresco que por lo apetecible .Lógicamente al llegar a Hiroshima nos dirigimos
directamente al hostal. J-Hoopers se llamaba y era un lugar encantador por su
sencillez. Siguiendo la costumbre nipona no se podía ir calzado por el interior
del hostal y nuestra habitación era de estilo japonés: Suelo de tatami, futón
en el suelo y un minúscula mesa de un palmo de alta. No había nada más y no necesitábamos
nada más, pero de primeras, tras tantas horas de viaje, nos quedamos bastante
sorprendidos. Eso no impidió a mi querida esposa caer en coma durante 12 horas
justo en el momento de tumbarse en el futón. Yo por mi parte me di el gusto de
disfrutar de la brisa de la noche de Hiroshima mientras me fumaba el primer
cigarro tras 25 horas de abstinencia.

El primer día en Japón había sido extenuante y confuso. Llegamos a las 6:30
de la mañana a Narita y hasta las 17:00 de la tarde no llegamos al hotel. Todo
fue una vorágine de papeleos (aduanas, Rail Pass…) estaciones de tren y
tranvías. Sólo en la oscuridad de la noche, mientras paseaba por la azotea
del hostal disfrutando de una merecida dosis de nicotina me di cuenta de todo
lo que había visto durante toda la locura del día pasado: El futurista tren
bala, tranvías tremendamente viejos pero increíblemente limpios, estaciones de
tren con innumerables restaurantes y tiendas, pueblos de postal con sus casas
de arquitectura típica japonesa, bosques de bambú… ¡Por fin estábamos en
Japón!
DIA 2: Hiroshima – Miyayima, Osaka

Como un reloj me desperté tras 8 horas de
sueño reparador en un sorprendentemente cómodo futón. A lo mejor no era tan
cómodo como me pareció en su momento, pero me desperté super fresco y cargado
de energía… a las 5:00 de la mañana. Me sentía como un niño en la mañana de
Navidad. Me moría de ganas de salir a la calle y ver todo lo que podía
ofrecernos Hiroshima. A las 7:00 estábamos paseando ya por el Parque
Conmemorativo de la Paz. El lugar está cargado de monumentos que buscan
dejar muy claro que Japón no olvida pero que tampoco busca venganza, sino todo lo contrario. Todo el
parque es un homenaje a la paz y a los caídos esa fatídica mañana del 6 de
agosto de 1945: La Llama de la Paz, la Campana de la Paz, la cúpula de la Bomba Atómica, el monumento de la Paz de los niños, el Cenotafio... Como es lógico también visitamos el museo de la Bomba Atómica. Es un lugar lóbrego y
deprimente, hay cientos de objetos y hasta restos humanos que se recuperaron de
los escombros. Una música tétrica te acompaña toda la visita, cosa que la
convierte en una experiencia un tanto traumática pero necesaria. Destacaría las
599 cartas de protesta enviadas por los diversos alcaldes de Hiroshima durante
toda la historia de la ciudad tras la bomba a todos los países que han
realizado pruebas de armamento nuclear.
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Cúpula de la Bomba Atómica: El edificio más cercano al epicentro de la explosión que quedó "en pie". |
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Tras el museo nos fuimos al pintoresco pueblo de
Miyayima, donde se encuentra una de las “postales” más típicas de Japón, el
tori gigante en medio del mar al que se puede llegar cuando baja la marea. Un
ferry nos acercó a la costa más cercana al tori donde una ajetreada multitud de
tiendas de recuerdos y restaurantes te dirigía irremediablemente al mirador
donde hacerse la foto de rigor. Paseamos por el primero de los muchos templos
que vimos durante el viaje y así tuvimos nuestro primer contacto directo con el
budismo más auténtico.
Comimos en un típico restaurante japonés regentado por una anciana y su
(perezosa) nieta. Dos deliciosos katsu-don (arroz con cerdo rebozado y huevo)
nos quitaron de golpe cualquier atisbo de miedo o duda respecto a nuestra
alimentación durante las siguientes semanas.

A media tarde ya nos pusimos en ruta hacia Osaka. Como en Tokyo o Hiroshima
la estación de tren era inmensa, con docenas de líneas de tren y metro, con
infinidad de pasillos y galerías cargados de tiendas y restaurantes. Nos
perdimos buscando el hotel (no es lo mismo la parada de tren “Osaka” que la de
“Shin Osaka”…) pero finalmente llegamos gracias a la inestimable ayuda de
Junko, una adorable mujer mayor que se desvivió por hacerse entender y
asegurarse de que llegábamos a nuestro destino.